Ha sido mi primera vuelta a casa después
de casi un año aquí, en Shanghai.
Nunca había estado tanto tiempo sin ver a
mi familia y amigos, pero, ha pasado tan rápido que casi ni soy consciente.
Es curioso cómo somos capaces de acomodarnos,
de “hacernos a un lugar”… en
principio todo nos choca y sorprende, hasta que un buen día lo interiorizamos y
“casi” lo hacemos nuestro.
Cada lugar, cada experiencia te cambia un poco… y creí que al volver a
casa muchas cosas iban a resultarme extrañas.
Así fue, pero no las más obvias, las que
daba por hecho, como la arquitectura, el dejar de ver chinos por todos lados,
el cambio de moneda o el orden en las calles…
Al contrario, fueron cosas mucho más insignificantes las que llamaron mi
atención: como el sol fuerte y radiante
en ese cielo azul de Madrid, un sol que calentaba, a pesar de ser finales de
Diciembre; el entender todas las
conversaciones a mi alrededor, el tamaño reducido de mi ascensor, suficiente
para 4 personas; el despertarme de noche a las 8 de la mañana o el no tener que
lavar mi pelo cada día porque, aunque a veces se diga lo contrario, ni en Madrid
ni en España hay contaminación; paisajes
maravillosos a los que me había desacostumbrado y que antes eran casi mi
día a día…
A pesar de ello, fue como si nunca me hubiese marchado, todo seguía
en su sitio, todo seguía el mismo ritmo que hace un año cuando me marché.
Qué rápido se acostumbra una a lo bueno,
especialmente en vacaciones.
Reencuentros, sorpresas, días sin
descanso pero también pausas… para sentir y aprovechar cada minuto, cada gesto, cada palabra.
Pocos días, intensos, de desconexión y
con sabor navideño; combinación perfecta J
Ahora toca volver a la realidad, mi realidad, que, de momento está aquí,
en China.
Toca volver a acostumbrarse y volver a
ser parte de esta enorme ciudad.
Gente, olores, sabores costumbres… toca
volver a la rutina, esa que hace un
año ni siquiera existía.
Bienvenido
2015!!