Hace casi dos
semanas que volví de India.
Toda la información que acumulé a lo largo de ese mes ha reposado un poco
en mi cabeza, pero, aun así, es complicado sintetizar, hacer balance, resumir
en unas pocas líneas todo lo que allí viví.
Con una mochila de cincuenta litros a mi espalda y algún que otro bulto
más, di comienzo a mi viaje el pasado día ocho de Julio. Una fecha que llevaba
señalada en mi agenda desde hacía solo un mes, pero que se había convertido en
el foco de toda mi atención.
No llevaba un plan de acción específico, ni fechas,
ni rutas concretas; quién me iba a decir aquél día que todo terminaría
encajando casi como por arte de magia y que terminaría recorriendo el país de
Este a Oeste y de Norte a Sur.
Una vez llegué a Calcuta, creí acostumbrarme en pocos días a la
ciudad, a su ruido, su gente, sus bulliciosas calles etc.
Ayudando en la Madre Teresa, junto a otros muchos voluntarios que
desde el primer día fueron compañeros y amigos, parecía que los días volaban.
Un vaivén constante de despedidas y nuevas incorporaciones, pero, en el
fondo, una rutina sobre la que apoyar esos primeros días en ese país del que
aún me quedaba todo por descubrir.
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Una calle cualquiera en Calcuta |
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Arquitectura con encanto |
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Visitando Templos Jainistas |
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En Calcuta por lo tanto establecí, por así decirlo, mi “campamento base” y
mi punto de referencia, ya que, a los 13 días, mi culo inquieto montó en el
primer tren, de los muchos que le seguirían, rumbo a Varanasi, junto a
Adrián, que se negó a volver a España sin una visita a la ciudad sagrada del
Ganges, de las cremaciones y los innumerables Ghats que la caracterizan.
Allí acuden gentes de todas partes del país, para purificar su cuerpo y
alma en las aguas del río, bautizar a sus recién nacidos o incinerar a sus
muertos.
A pesar de que ir en época de lluvias no fue la mejor idea, el ambiente y
encanto de sus laberínticas callejuelas, esa mezcla de pueblo y ciudad, de
bullicio y tranquilidad estaba intacto.
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Callejuelas de Varanasi |
A los dos días y tras haber recorrido cada rincón de Varanasi, tocó
despedirse de Adrián y dar comienzo a lo que, en principio, sería mi ruta
“sola” Agra, Jaipur y Delhi en tren.
Con el paso de los días me daría cuenta de que las coincidencias están a la
orden del día y de que, como muchos auguraban, lo de viajar sola es solo un
término relativo, ya que conocí a gente en cada una de mis paradas y lo que se
dice, sola, pase mucho, pero muchísimo menos tiempo de lo esperado.
...
Con el paso de los días me convertí en una experta en trenes y mapas
y descubrí que ir “sobre la marcha” te muestra lugares inesperados, aunque
también algún que otro momento de tensión, duda o desconfianza, en especial
hacia la multitud de hombres que a cada paso intentan “ayudarte” o simplemente
entablar una conversación que más bien parece una entrevista para una revista
del corazón.
En cuanto a las ciudades, y a pesar de que cada una tiene su “algo” que las
caracteriza; Agra, el Taj Mahal, Jaipur, su ciudad rosa y Delhi…
su desarrollo. Todas ellas, y como es lógico, hablan el mismo idioma, (que no
lengua) En todas ellas hay esa mezcla, ese desorden, esa acumulación de
información, ese todo que hace de India lo que es y lo que podemos percibir
cuando lo recorremos, solo como visitantes pasajeros.
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Taj Mahal_Agra |
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Fuerte de Amber_Agra |
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Ciudad Rosa_Jaipur |
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Jama Masjid_Delhi |
A poco
más de una semana para regresar a China, dió comienzo mi última etapa del viaje: Embarqué en un avión en Delhi hacia el sur,
Bangalore, para, a las 8 horas de llegar, coger de nuevo un tren nocturno y encontrarme con Arancha en Hampi,
donde pasamos un par de días de naturaleza, yoga, comida rica, motos y algún que otro susto
junto a un grupito de gente de lo más diverso; voluntarios y visitantes como yo, con los que no faltaron las risas y las anécdotas.
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Templo de los monos_Hampi |
El día 1 de Agosto, y de nuevo en tren nocturno, llegamos a Anantapur,
en la provincia de Andhra Pradesh lugar donde la Fundación Vicente
Ferrer lleva a cabo una excelente e increíble labor desde hace muchos años.
Nos acogieron en sus instalaciones y durante tres días tuvimos la suerte de
poder visitar muchos de los proyectos, desde educación, desarrollo o ecología,
hasta mujer o construcción.
...
A estas alturas del viaje, mi cuerpo ya había empezado a notar el cansancio
acumulado, de los horarios locos, del dormir poco, de la comida y las muchas
emociones. Solo quedaba un vuelo de vuelta a Calcuta, aquella ciudad que me dio
la bienvenida hacía ya casi un mes y a la que ahora volvía de manera diferente.
Recorrí sus calles de nuevo con otra mirada, desde otro punto de vista.
Sin saber cómo ya no me sentía cohibida por los indios, pasaba
desapercibida, a nadie le interesaba donde iba o de donde venía. Me sentí
cómoda y más curiosa, más libre, como si de alguna manera me hubiese mimetizado
con el entorno y formase parte de él.
Admiré su arquitectura y sus rincones, sus mercados y su increíble
vegetación que encuentras mires donde mires, que lo envuelve todo y le da ese
ambiente de historia de ficción, de escenario salvaje de ciudad-selvática…
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Vegetación en las calles de Calcuta |
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Puente de Howrah_Calcuta |
El día 7 de Agosto, me vi a mi misma de nuevo con mi mochila, de
noche, como el día que llegué, observando el exterior desde mi taxi, un espacio
cerrado, inquebrantable, como una burbuja delicada pero que puede desplazarse
en medio del caos, ajeno a lo que ocurre en él.
Adiós Calcuta, Adiós India.
Sé que no será en un futuro próximo, pero sé que volveré, para recordar
éste, mi primer viaje de un mes, mi primer viaje sola y mi primer viaje a la
India.