Xi’an, una de las ciudades con más historia de
China, una urbe con mas de tres millones de habitantes y un elemento que la define: su MURALLA.
Ya desde el aire, a mi llegada en avión, quedé
impactada: Un rectángulo perfectamente definido, Norte, Sur, Este, Oeste, con
unos 14 km de perímetro y unos 16m de anchura que provoca un claro “dentro-fuera”,
dos zonas completamente diferenciadas entre sí.
Objetivamente se trata de una barrera, (defensiva
en su momento), un límite físico que hoy en día ha quedado perfectamente
integrado en su urbanismo y en su vida cotidiana.
La
muralla se ha convertido en un
agradable paseo elevado sobre la ciudad, un lugar privilegiado desde donde observar
los pequeños detalles de sus calles y arquitectura y que se puede recorrer
tanto a pie como en bicicleta.
Las
puertas, principales y secundarias
en cada uno de sus lados, son focos de actividad constante; no solo tráfico,
sino también de pequeños puestos y actividades callejeras que se agrupan en sus
alrededores.
El
antiguo foso se ha transformado
en un remanso de paz, agua y zonas verdes que actúan, junto con la propia muralla
de filtro y que permanece activa durante todo el día, como lugar de tránsito o
donde pasar la tarde bajo la sombra de un árbol, charlar, o hacer ejercicio.
En cierto modo, este perímetro define a su vez su
interior; un “dentro” que queda estructurado sobre dos ejes perpendiculares
Norte-Sur, Este-Oeste. Y cuatro cuadrantes, entre los que destaca uno de ellos
en particular; el barrio musulmán,
una zona que no descansa, un enjambre de pequeñas tiendas, restaurantes y
puestos callejeros donde sobreviven tradiciones, productos y costumbres musulmanas.
Un hervidero de actividad que, aunque caótico,
deja entrever un orden que solo quienes residen allí pueden comprender.
Muralla, Urbanismo y barrio musulmán son, a mi forma
de ver, las tres características que definen Xi’an y que sin duda la hacen
especial.