03/09/2015, Jueves pero,
sorprendentemente, fiesta nacional en China y que yo, después de muchas vueltas,
decidí aprovechar saliendo de Shanghái y visitando Nanjing, ciudad de mucha
historia y que por su proximidad, me permitió ir y volver en el día.
Ésta vez fui sola, y
desde el principio me di cuenta de los pequeños detalles que ello iba a
suponer; ojos abiertos al 200 por cien y mas precaución de la normal me acompañaron
durante toda la jornada.
Salí de madrugada para
aprovechar las horas de sol y me di cuenta de mi acierto en cuanto llegué al
museo de la masacre de Nanjing. Fui de las primeras en llegar, lo que me ahorró
una espera interminable (por lo que pude ver a la salida)
Al contrario de lo que
esperaba, el museo me sorprendió para bien, un recorrido bien organizado y
espacios arquitectónicos y urbanos que eras capaces, por si solos, de hacer
sentir me recordaron, aunque de lejos, al museo judío de Libeskind en Berlín.
Taxis, metros y
autobuses… recorrí la ciudad de este a oeste y de norte a sur.
La Montaña Purpura, donde
encontré el Mausoleo de Sun Yat-Sen, me impresionó especialmente. Pese a haber
visto muchas fotos, la enorme escalinata que da acceso al templo apareció ante
mi sin esperarlo, es extraño como algo tan monumental puede permanecer oculto hasta
que te encuentras a solo unos metros a sus pies.
El ascenso, un continuo
cambio de perspectiva y de sensaciones, no solo por la altura, sino por el ir y
venir de la gente. Un espacio estático, pero cambiante donde mis fotografías no
encontraban fin.
El Palacio Presidencial,
el templo de Jimming, un paseo por el lago y la muralla de la ciudad…
A las 19:30 cogía el tren
de vuelta a Shanghái, agotada de un día sin tregua pero muy satisfecha.
Un día sin desperdicio
que recomiendo a cualquiera que se anime con un poco de aventura.
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